
En mayo de 2019 Bernat Vilarrasa, Jordi Esteve y yo nos dispusimos a escalar la cara norte del Moltbaertinden (Noruega), una pared de la que no teníamos mas información que la que veíamos ante nuestros ojos. Además, el plan inicial no era escalar dicha montaña, ni siquiera nos la habíamos estudiado, así que tuvimos que improvisar bastante.
Cuando te preparas para hacer este tipo de actividades siempre surgen dudas a la hora de elegir el material. ¿Qué cogemos? ¿Qué no? ¿Será suficiente? ¿Será demasiado? Dudar es muy normal ya que en realidad no tienes ni idea de lo que te espera. Si coges poco te arriesgas a no poder superar alguna sección y si coges demasiado te sentirás pesado en la escalada o necesitarás subir un petate, con todo lo que esto conlleva. Encontrar el equilibrio y acertar más o menos dependerá, en parte de la experiencia, en parte de la suerte.



En aquella ocasión disponíamos de muy poco para elegir ya que el día anterior nos habíamos bajado del Brasrastindan y tuvimos que abandonar algo de material para montar los rápeles. Lo que nos quedaba era: un juego de fisureros, un juego de friends con dos números repetidos y un pequeño kit de tres microstoppers. Lo cogimos todo menos dos de los tres microstoppers. Quizá fue una tontería no coger estos microstoppers, pero pensamos que era el típico material que se lleva «por si acaso» y que en el 99% de las veces no se utiliza, además que la pared no aparentaba ser tan exigente como para necesitarlos.
La cara norte del Molbaertinden se divide en tres secciones: un zócalo con placas de adherencia, una parte intermedia más sencilla y un muro superior muy vertical pero con fisuras evidentes.
Nuestra principal preocupación era superar el zócalo y de hecho no fue nada fácil, pero lo conseguimos con paciencia buscado la debilidad de la roca haciendo zigzags. A partir de allí, «sólo» había que seguir un sistema de fisuras evidentes hasta la cima.
Todo iba bien cuando una fisura de puños se empezó a estrechar con la altura y al final se convirtió en un diedro casi ciego que sólo se podía proteger con… ¿Lo adivinas? Utilizando un kit de microstoppers.
Bernat iba de primero y su papel en este largo fue decisivo. Escalar en libre era muy difícil y la preferencia era salir de allí como fuera, así que se colgó de la última pieza (el único microstipper que teníamos), cogió el saca-fisureros y lo utilizó de gancho para avanzar un paso más. Luego quitó el microstopper anterior para colocarlo de nuevo más arriba y así hasta que la fisura volvió a ensancharse lo suficiente como para meter un buen friend. En realidad la operación no fue sencilla ya que un saca-fisureros es una pieza muy inestable y Bernat se cayó un par de veces. Pero lo consiguió. Luego, en cuatro largos más, alcanzamos la cima al atardecer.
Aquel día nos faltaron microstoppers por decisión propia, pero en otra ocasión la falta de recursos puede ser por otras circunstancias: se te puede caer material por accidente, se te puede quedar una pieza atascada en un emplazamiento, has tenido que abandonar algo porqué te metiste en un callejón sin salida y has necesitado montar un rápel, etc.
Depender demasiado del material te puede dejar en una situación vulnerable si no dispones de todo lo que necesitas, así que la creatividad en escalada tradicional es una habilidad clave que merece la pena desarrollar.

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